Juan García Jimenez (Puerto Real, Cádiz, 1934), un célebre matador de los años 60, famoso por su inesperado retiro temporal del ruedo para unirse a los dominicos falleció recientemente, víspera de su 89 cumpleaños, en Sanlúcar la Mayor, Sevilla, su residencia desde hace años".
Así fue el comunicado que se difundió en todas las salas de redacción esta semana. Mondeño, una leyenda del toreo, siempre mantuvo su vida rodeada de un halo de misterio y especulaciones, alimentadas por su propio silencio. A menudo, los titulares sobre él hacían referencia a "el torero místico", "el torero desconocido" o "Fray Mondeño".
Juan García Jiménez, conocido como 'Mondeño', alcanzó la cumbre de la gloria como torero en la década de los 60, antes de reemplazar su traje de luces por el hábito de la Orden de los Dominicos. Sin embargo, este cambio radical sólo duró seis meses debido a un secreto que guardaba con cautela: era gay.
El NO-DO, el noticiario mas famoso del franquismo, se hizo eco de la historia de Mondeño, por supuesto sin referencias a su pasado homosexual. (Minuto 05.30sec)
Tras esta breve incursión en la vida religiosa, Mondeño retornó a las plazas de toros, y finalmente se estableció en París con su amante, donde disfrutó de la compañía de dos Rolls Royce y un Ferrari. Sin embargo, el destino le llevó de regreso a Sanlúcar la Mayor, en Sevilla, donde falleció la semana pasada a la edad de 89 años.
Para comprender su mayor secreto, su homosexualidad, debemos considerar el contexto de la época, durante la dictadura, cuando era especialmente desafiante declararse abiertamente gay, especialmente en el ambiente taurino.
Acaba de fallecer a los 89 años en Sevilla
En la madrugada del 6 de enero, víspera de su 89 cumpleaños, la leyenda mística del toreo, Mondeño, dejó este mundo en su hogar de Sanlúcar la Mayor. Su figura, emblema de los oscuros años finales del franquismo, era un soñador en el ruedo, un artefacto de "masas y quietud". Hace 59 años, vivió uno de sus días más memorables, el 31 de agosto de 1964, cuando, alrededor de las cinco de la tarde, una tradición taurina, toda España estaba pendiente de la localidad burgalesa de Caleruega.
Ese día, Mondeño, una de las figuras más destacadas de la fiesta nacional, llegó a la casa matriz de la Orden de Predicadores, ubicada en el palacio donde nació Santo Domingo de Guzmán. El evento, que fue testigo de una multitud de lugareños asombrados y las cámaras del Nodo, fue presidido por el prior de la orden.
Mondeño se despojó de su atuendo campero y se vistió con el hábito que lo distinguiría como postulante de la orden. Terminada la ceremonia, el ex matador, con una apariencia espectacular, un rostro curtido y un porte elegante y enigmático, se dirigió a los periodistas para pedirles "caridad" para sus compañeros toreros.
Fama mundial como torero
El talento de Mondeño había alcanzado fama mundial, especialmente en Hispanoamérica, donde había toreado. Hacía exactamente cinco años que había tomado la alternativa con 25 años, en la Maestranza de Sevilla, donde ofició como padrino una leyenda del arte de Cúchares: Antonio Ordóñez.
Tras su salida del convento, Mondeño volvió a vestirse de luces de forma breve. Su estrella empezó a declinar rápidamente. El chico que aspiraba a sacar a sus padres de la pobreza y predicar el Evangelio por el mundo se fue a vivir con su novio a México y París.
A pesar de los murmullos y los tabúes, nunca se encontró ninguna mención a su homosexualidad en las biografías autorizadas.
Quizás en su última entrevista concedida a Luis Nieto, en 2009, se permitió desvelar algo de su vida: "Llevo una vida social muy activa en París. Tengo dos Rolls Royce, un Mercedes, un Ferrari y un BMW". Sin embargo, su secreto mejor guardado se lo llevó consigo.
¿Cómo de difícil debe ser nacer adelantado a tu tiempo?
En una época donde la homosexualidad estaba mal vista, Mondeño mantuvo su verdad en secreto, un tabú que sólo desveló en los círculos más íntimos de confianza. Su vida, llena de cambios y decisiones valientes, fue un reflejo de su lucha interna y su deseo de vivir auténticamente, a pesar de las restricciones de la sociedad.
Volvió a España, a Sanlúcar la Mayor en Cádiz, donde finalmente falleció a la edad de 89 años. A pesar de los desafíos y las controversias que marcó su vida, Mondeño dejó un legado inolvidable en la tauromaquia y en todos aquellos que tuvieron la suerte de conocerle. Su historia sigue siendo un recordatorio de la lucha por la autenticidad y la necesidad de romper con los prejuicios sociales.
En la actualidad, a pesar de su ausencia física, la memoria de Mondeño sigue viva, recordándonos que, sin importar los obstáculos que se presenten, siempre es posible vivir de acuerdo con nuestra verdad. Y aunque su vida estuvo marcada por numerosos desafíos, también fue una vida de logros, de valentía y de amor por la tauromaquia y por la vida misma.
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